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Mama de 2 niños, trabajadora a tiempo completo y sin tiempo para ser la pareja del papá. A los abuelos maternos los tenemos en Lisboa y a los paternos en Tokio.

martes, 30 de marzo de 2010

Aprendiendo del miedo


El miedo ha entrado en la vida de la niña. Poco a poco y sin pedir permiso fue ganando espacio y ahora es miembro activo de la familia. Esconde sus garras bajo una música más estridente, una mirada delirante o unos movimientos bruscos. Es amigo de las sombras, de la oscuridad y del “malo” del cuento.

Mientas que hasta ahora la niña disfrutaba de cualquier ida al teatro, ahora se encoje en su silla, cierra los ojos o hace cara de disgusto y pide para ir a casa según que escena o personaje (yo sigo escogiendo las obras con el mismo cuidado que antes, o sea, que por esa razón no es).

La última vez nos pasó con el “Mundo mágico de OZ” y mira que había color, canciones y vestidos de princesas...pero claro también había la bruja del oeste, y Dorothy estaba triste y lloraba detrás de unas rejas... bueno, tampoco del Mago de Oz se puede decir que fuera muy entrañable.

Mi primera reacción fue llevar la niña a casa pero papá insistió que nos quedáramos hasta al final, ni que solo fuera por el bebe, que al no haber todavía incorporado el miedo a su vida, aplaudía con entusiasmo.

Bueno, en realidad quiso quedarse para que la niña aprendiera del miedo, que unas veces más, otras veces menos hará parte de su vida, que al final, en última instancia, es lo que nos hace sobrevivir.

A disgusto mío... y incentivado por el papá (en nuestra casa el imaginario popular japonés substituyo el “cuco” de toda la vida.), el miedo entró por primera vez en nuestra casa bajo el nombre de “Goro Goro”, el dios de los truenos que es amigo del sol y de la luna (según la imaginación de la niña) y otro día unas pegadas de tierra a la entrada de la puerta revelaran, para mi sorpresa, la presencia de “Makurokurosuke” (espíritus que parecen unas bolitas negras de carbón). A partir de entonces yo iba con la fregona arriba y abajo quitando cualquier granito de polvo que pudiera indicar la llegada del susodicho espíritu.

Pero de acérrima defensora de que no hay que asustar los niños, poco a poco, fue cuestionando, indagando, reflexionando, cediendo…y un día encontré algo que en algunas líneas, decía de una manera clara y inequívoca, lo que el papá llevaba tiempo intentando explicarme:

“Las familias tienen el derecho a alimentar los miedos de los niños. Los miedos nos enseñan a vivir con el “no”. Son los limites del “no” que nos protegen de transformar nuestras vidas en una búsqueda insaciable y ávida de limites. El miedo protégenos del desconocido sin fin. Y siempre que nos atrevemos a mirarlo de frente nos conocemos un poco más.” Eduardo Sá en “Más maneiras de sermos bons pais”, 2003.

Para rematar, importa referir que al final de la obra de OZ, la niña, a la salida del teatro y bajo la luz del día, tímidamente, fue a saludar la bruja del oeste. Bueno también ha aparecido con un tarjetón con el autógrafo de Dorothy…

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